18 abr 2011

No hace falta imaginarlo






Razones que nos separan. Barreras. Paredes. Antagonismos, rivalidades. Construcciones rígidas, existentes en un sólo lugar, nuestra mente.

Por motivos de aterrizaje forzoso, hoy vuelvo a escribir después de un tiempo. Más allá de hacerlo porque me gusta, hoy lo voy a hacer porque me han hecho muchísimas veces las mismas preguntas y como suele suceder en mi vida, no supe responderles. Sinceramente, en persona no tengo la capacidad de dialogar como con la hoja en blanco. Con ella la cosa es distinta que con ustedes. Entiendo que allí se encuentra la clave, el porqué de la diferencia, que genera el ruido ensordecedor que impide nuestra comunicación cara a cara. En el blanco de la hoja. En contraposición al "escrito", completo, acabado, ocupado de nuestra mente.

Por motivos obvios de pesadez extrema es recurrente en mi vida porteña verme involucrado en discusiones acerca de nuestro modo de habitar la tierra. Hijo de mi madre como soy, me encanta hablar, y los Argentinos tenemos esa voracidad infinita por discutir cosas. No importa el tema, lo importante es que merezca la pena ser discutido, para poder "gastar" toda esa verborragia en hacer clara nuestra posición, siempre tan antagónica, tan distinta a la de ese "otro", "contra", tanto más lógica, tanto más elaborada que aquella.
Democracia, dictadura, presidente, sistema, fútbol, rugby, plata, futuro, valores, historia, trabajo, clase social, países, religiones, mandamientos, horizontes, famosos, drogas, travestis. Últimamente, he notado que cuando me llega ese instante, esa parcela de fertilidad en que el otro me pregunta "Y vos Tana, ¿Qué pensás?" doy sobradas muestras de mi incapacidad para comunicarme. Es que me olvido de la hoja en blanco cuando voy a decir algo. Lleno ese vacío, con la imagen mental que tengo del amigo que me pregunta, con la historia de mi relación con mis padres, con el ridículo deseo de "tener razón", lo lleno con palabras que perdieron sentido por usarlas para ese fin tan poco noble.

Por eso elijo esta hoja para que haga de mediadora en nuestra inter-locución. Para que sepas lo que pienso. Lo que recuerdo. Lo que me importa. Lo que me inspira. Lo que imagino. Cuando emprendí el viaje que dio nacimiento a este blog, en Junio del 2009, el desafío arrancó por ahí. Por poner la hoja de mi vida en blanco. Esa sola empresa, me trajo muchísimas experiencias valiosas. Experiencias que me devolvieron a mi esencia. Experiencias que me mostraron que la mente construye capas, sobre capas, apelmazadas con fuerza, una sobre la otra, midiendo, cuantificando, separando, diferenciando, enterrando más y más profundamente lo universal. Capas que me hacen olvidar cómo era el blanco. Capas que no existieron en la mente de todos aquellos que me tendieron una mano fortuita, desinteresada. Manos que me protegían en mi periplo fuera del alcance de manos amigas. Manos universales. Manos que paradójicamente "no tenían razón", lo hacían gracias al blanco de sus mentes.

Para concluír mi mensaje, elegí una canción. Además de que puede expresar mejor que yo mismo lo que quiero decir, si hay algo de lo cual no podemos negar su universalidad, es de la música. Como introducción, sólo puedo aclarar lo que ya expuse en el título de esta entrada. Que no hace falta imaginarlo, sólo recordarlo. Recordá que la hoja de este mundo estaba en blanco. Recordá que todo aquello que nos separa, miles de construcciones, eso que con tanto ahínco queremos defender es tan efímero como nuestro paso por acá. Que "nuestra razón" muere con nosotros pero nuestra esencia perdurá mientras quede un hálito de vida en este planeta. Recordá tu mente en blanco.

John Lennon - Imagine




Con amor blanco, universal, esencial


Tana