(Ando en una tremenda motito)
+ Perdoname si te cago
Desde mis primeros días en Norte América estoy asombrado particularmente por un aspecto de esta sociedad que en los mares del sur, se ve muy poco, tanta amabilidad y cortesía. Es llamativo cuán atentos se encuentran los ciudadanos de este país por las consecuencias de sus actos para con los otros. Conductores que frenan veinte metros antes para ceder el paso a peatones y bicicletas, ciclistas que te informan porqué lado habrán de pasarte cuando vienen desde atrás, camareros pendientes de las necesidades de los comensales, disculpas por aquí, sonrisas por allá. La verdad que hasta ahí, todo impecable. Pero últimamente la preocupación y sobre todo la paranoia han ido ganando terreno en mi sentir, haciéndome preso de un estado de vigilancia constante del cual no encuentro escapatoria. Una pregunta se apodera de mis pensamientos, me interpela, me empuja a buscar que es lo que se esconde detrás de esas ganas desmedidas de hacer las cosas correctamente. ¿Por qué tanto “sorry”?
Un pibe está por pasar a dos metros de tu posición en un bar y te pide perdón una vez y media antes del primer metro, y dos veces más mirándote a los ojos (lo más alarmante), al irse si te pasó cerca. Una señora nos contrata para que le ayudemos a mudar sus muebles y nos dice “sorry” porque los muebles son demasiado pesados. Otra ama de casa, a quién le hacíamos un trabajo de demolición en su baño, nos dice “sorry” porque el trabajo para hacer era mucho, la remodelación requería romper el baño prácticamente en su totalidad, lo que significaba más horas de trabajo para nosotros obreros. Una pareja, nos contrata para cuidar los árboles de su jardín cortando y descartando las ramas muertas y el “sorry” nos llega porque el trabajo del paisajista anterior no había sido de calidad y por ende había que retomar desde donde él había dejado. No sé a ustedes, pero la conexión de estas situaciones, azarosas pero unidas en su esencia, me llevó a concluir que algo está pasando, algo que evidentemente me perjudica, algo, por lo cual constantemente, los demás deben arrepentirse conmigo.
Yo tampoco lo creía al principio, sonriendo y alabando tanta “polliteness”, volaba en esa nube de total confianza y abandono, pero un montón de gente mediocre durante toda mi vida me enseño algo muy valioso “todos los extremos son malos”. Y si tantas disculpas no es un extremo, que me manden a pelear a Irak y que el paddle vuelva a ser el deporte más importante de Argentina. Lamentablemente la desconfianza que se ha despertado a raíz de esta sumatoria de hechos, no arriba a ningún indicio posible que explique en qué efectivamente o sobré qué debo estar alerta para no continuar siendo víctima de tantas faltas que requieran mi perdón y olvido. Si es por la ausencia del bidé en esta ciudad que se olviden, jamás se los voy a perdonar asi que no insistan. Te pido perdón, perdón por todo, perdón hasta por las dudas, ¿por las dudas de qué? Por las dudas de que te esté cagando.
(bidé, el gran ausente en Minnesota)
+ Le doy la derecha a la “derecha”
Finalmente llegó el día en que debo extender mi mano derecha, aprobando una de las teorías que es motivo de los más tenaces reclamos en mi país en los últimos años por la prensa, famosos y ciudadanos cualesquiera, de pensamientos políticos de “derecha”. El día en que luego de pedir tantas boludeces, les reconocemos con todo el dolor de nuestra alma, que algo podemos rescatar de entre sus pedidos y que efectivamente como ellos tan enérgicamente sostenían, una policía más estricta, más dura y con menor corrupción, aseguraría el progreso de un estado-nación.
Un mes de permanencia en Minneapolis me han alcanzado para comprobar con mis propios ojos la veracidad de este argumento. ¿Concretamente por qué una policía menos corruptible, inquebrantable y peligrosa genera el progreso y mejor funcionamiento de una comunidad? A ciencia cierta no podemos saber si ayudará a reducir los índices de pobreza, si aumentará la educación, si bajaran crímenes y robos, si habrá menos violencia en las esquinas o accidentes de autos. Sólo puedo afirmarles que todo acto ilícito será perpetrado con mucha mayor sofisticación y profesionalismo, pero lo más importante es que no habrá un monopolio como en Sudamérica donde los mismos encargados de defender la ley son los que se benefician por romperla. Una sana división del trabajo de un manual de economía liberal.
Sucede que para romper la ley en ciudades como ésta, los estándares de profesionalismo requeridos son mucho más altos que aquellos necesarios en el sur, y el deseo incontestable de hacerlo, equivalente a escala mundial, es el motor para tanto progreso y aumento de la brecha entre primer y tercer mundo. El que vende drogas vive a cinco cuadras de tu casa, es un muchacho normal, quizás un estudiante universitario o ciudadano modelo. Nada de armas, nada de prostitutas, camionetas Hummer ni diez kilos de oro distribuidos por todo su cuerpo. ¡Las bicis las roban a una velocidad comparable a la de Buenos Aires, pero no los ves trabajar! Las licencias falsas, los números de seguro social inexistentes, y otras habilitaciones se compran por 50 dólares en los barrios del centro sin necesidad de conseguir un contacto valiosísimo en los tugurios o guetos de la ciudad. La policía tiene su trabajo con su ingreso y los burlones de la ley, por su parte el propio. No hay un monopolio tan grande como en el Sur donde a la larga todo es un espiral de corrupción que nace en las calles y va directo hacia los escritorios de los más poderosos, policías, jueces, políticos. En cuanto a la corrupción de quiénes representan la ley y el orden no puedo afirmar que exista o no, sólo puedo por analogía aplicar el mismo razonamiento que para las calles, pensar que si existe, el nivel de sofisticación debe ser elevado para que no podamos detectarla. Felicitaciones a todos los que creyeron sin haber visto y sustentaron esta teoría como un dogma sin haberla contrastado, acá les extiendo cortésmente y con reconocimiento, mi mano derecha.
(robando en un desfile en Minnesota, no hay derecho)
+ ¿Mayoría o minoría?
Uno de los temas más recurrentes cuando se habla de Estados Unidos es el de las minorías. Resulta difícil no preguntarse acerca de ello sobre todo cuando de pronto uno se encuentra enmarcado en la situación, ahora que soy un latino trabajando sin la debida documentación en este país, paso a formar parte de una de las tantas minorías que lo pueblan. Lo mismo pasa cuando ves caminando por las calles mujeres vestidas en túnicas que enseñan únicamente la cara (pero no el cabello), son parte de la población que refugiados de Somalia viven en la ciudad, visten así por su religión islámica, y son otra de las minorías. Hasta ahora la mayoría de nuestros amigos, conocidos y contactos son latinos, es decir que hemos sido bien recibidos y nos hemos movido principalmente, dentro de nuestra “minoría”. Como me cuesta trabajo entender exactamente de qué se trata esto de las minorías y mayorías, traté de servirme de un ejemplo que más allá de las nacionalidades, me lo explique.
Entonces pensé en mi grupo de amigos en Buenos Aires, ese conglomerado de personitas inmundas y detestables que se hace llamar a sí mismo “Los Chanchos”. Suponiendo que se juntaran todos ellos a comer, incluyéndome seríamos un total de veinte personas. Se me ocurre pensar cómo podría funcionar un estudio de caso de “las mayorías” con un interrogante sencillo del cual todos pudieran pronunciar opinión fundamentada, porqué sería conocido por todos, y de esa forma al término de la pronunciación ver qué es lo que decidió la mayoría para analizarlo. ¿Alejo “El Chico” Rojas es un rata, miserable, amarrete, tacaño? Sería la pregunta, accesible para todos los integrantes, que lo conocen desde su infancia y han tenido oportunidad de compartir con él numerosas ocasiones donde su conducta con respecto a la cancelación de las obligaciones se ha hecho presente.
Cuando la encuesta está por comenzar, tres de los veinte están afuera fumando, otros cinco contestan que sí inmediatamente y cada uno relata un ejemplo diferente que lo avale, el día que no quiso “abrir” un billete de dos pesos es recordado, el “olor a pescado podrido” y hasta se habla de las remeras obtenidas por regalos de promociones de empresas que durante años supieron ser su única opción de vestuario. Mientras la encuesta se va llevando a cabo, Alejo presente intenta citar aquellos ejemplos que contradigan a los anteriores trayendo a colación la deuda de setenta y siete pesos por el pago de unas empanadas en un evento del grupo que jamás se le resarció y el pago de ocho pilas “doble A” para el uso a batería de un estéreo en unas olimpíadas del club, suma que alcanzaba los diez y seis pesos. Con ese argumento, logra convencer a uno de que vote a su favor y a otros tres, luego que les promete que les cancela una deuda que ellos contrajeron con él, también. Logra una opinión más en su favor en una arremetida final, cuando alcanza a tocar la fibra íntima de un compañero de equipo, un primera línea del mismo kilaje y compañero de batallas libradas en los choques frontales de cada scrum que supieron sortear hombro con hombro. Un golpe bajo, pero sumamente efectivo, la balanza queda parcialmente inclinada a su favor, ya que incluyendo su voto, serían seis contra los cinco primeros. Un alma piadosa a pesar de estar completamente seguro que la respuesta es afirmativa, propone no apresurarse y aplicar un método de vigilancia 24hs sobre el acusado durante una semana para tener pruebas y que no queden dudas, de todas formas el material fílmico de Rojas podría aprovecharse para ser presentado en la tv como un piloto para un reality show o para de una vez por todas catapultarlo a la fama. Gana un adepto principalmente porque éste se desespera por ver cómo es una semana en la vida de Alejo. En ese momento regresan riendo a carcajadas y con ganas de molestar los que estaban afuera fumando. Con ese impulso, de amor por el desorden, ofrecen una alternativa nueva a sabiendas que en realidad, nada hay que puedan decir a favor de la generosidad de “El Chico”. Es un miserable, pero es un “estadista”, dispara el menos lúcido de los tres. El bloque de tres, automáticamente genera el acople de los cuatro restantes, cuando todos estallan en una carcajada general al escuchar la palabra “estadista” junto al nombre de Alejo, dos de ellos en realidad lo hacen para llevarle la contra a los primeros cinco, que es más divertido que decir la verdad. Resultado final, Alejo presidente del grupo, queda prohibido el uso de la palabra “miserable” y se designa una comisión que evaluará la viabilidad del proyecto de la prueba piloto para hacer un reality sobre él.
Mucha gente me ha llamado o me han parado por la calle para preguntarme que explica este ejemplo, más allá de demostrar lo ridículo de mi grupo de amigos. Yo les respondo a todos lo mismo, que para entender cómo funciona un mundo por la voluntad de la “mayoría” hay que mirarlo como a un micro-mundo primero, y nunca olvidar que el uso de las mayorías para resolver asuntos se inició con discusiones triviales que no podían resolverse por tratarse de una opinión contra la otra. Es que a veces para decirnos las cosas, necesitamos intermediarios que nos respalden, entre amigos, una maestra que consulta con el resto de la clase para callar a un alumno, un padre que consulta con su hijo para callar a su mujer o un referí que consulta con el lineman. Así, a través de ese “¿Ves que no soy yo solo quién te lo dice? Somos dos” se resuelven peleas, se toman decisiones o se ganan elecciones.
Honestamente, hacer uso de este ejemplo es lo único que me explica porqué un día sábado en Minneapolis, en la Hidden Beach, donde la mayoría de la gente está pasando un buen momento, ya sea por estar en familia, entre amigos o drogados, un policía tiene derecho a llegar y multar a todo aquel que esté tomando bebidas alcohólicas o ingiriendo sustancias ilegales. Al margen de la obviedad de que si hay cerveza no la pagó Alejo, ¿La voluntad de que mayoría representa? ¿No será que en realidad, mayoría al final no es el que más gente suma, sino el que más pistolas tiene? Ése sería un censo interesante para hacer a nivel mundial, gente con voluntad de pasarla bien contra gente con poder para prohibirlo y ahí veremos quién es mayoría.
(Feliz y Nardo, representan esa mayoría de gente que a uno le encanta conocer y disfrutar)
+ ¿Quién estaba primero?
Al ser humano le encanta dedicar y gastar su energía en registrar quién es el guardián de este privilegio, el de ser el primero, el que marca el camino, el punto de origen de algo novedoso, el que se erige un escalón por encima del resto, el del ápice, el único. ¿El huevo o la gallina? ¿El pie de Armstrong o el brazo de Gagarin? ¿Mañanero, desayuno o ducha? ¿El Diego o Pelé? ¿Reggae o marihuana? ¿Fantoche o Jorgito?
En plena época mundialista, y con las grandes chances que tiene la Argentina para mi fanática ilusión, claro está no podemos obviar nuestra debilidad por esté número. El primero de una larga lista, aquél sin el cual no habría ninguno de los restantes, el puntapié inicial de todo, la unidad misma, el todo mismo. Pero una óptica nueva se adueño de mis pensamientos recientemente. No sabría decir si fue producto del debido homenaje rendido al Pipa Higuaín por sus tres goles, o por la euforia que me generan las declaraciones del Diego. Lo cierto es que esta iluminación comenzó a abrirse por una confesión que me hizo una vez un amigo “Tanita, todo el mundo se fija en el primero, pero seamos realistas, eso no siempre nos conviene, a muchos el primero se nos va en tres minutos en un buen día, porque cuando no, se te fue con el delta de temperatura a la tercer embestida”. Esa cruda realidad de la que hablaba mi amigo, de la cual yo por suerte puedo decir que estoy exento (monopólvico por naturaleza), creo que es claramente aplicable a muchos otros campos de nuestro modo de habitar esta tierra, donde no siempre conviene poner tanta importancia en lo que es primero, sino mejor desviarla para que tomen su lugar otras cosas.
(Claudio Husain Bolt, el primero se le va en un abrir y cerrar de ojos)
Un ejemplo muy claro para nosotros en América es el de la propiedad de las tierras, donde los que estaban primeros no los dejaron ni subirse al podio, y así se perdió la prioridad misteriosamente del número uno. En nuestro día a día, pasan cosas que de alguna manera, están hechas a partir de una pequeña corrección en el primer puesto, absurdamente eso nos resulta de lo más normal, salimos campeones, pero están festejando los Brasileros. Estoy andando en bici por una ciudad y veo que todo está hecho para los que llegaron segundos y terceros, y nada para los que estaban primeros, de muchos, los que iniciaron ese algo novedoso, el hombre mismo, el hombre caminando. Todo camino es en función de los autos, y está todo organizado para que ellos circulen prioritariamente y sin peligro, para poder ganar tiempo, para ellos, el que camina va a la misma velocidad siempre. A favor de Minnesota tengo que decir que, como lo digo en la primer boludez que escribí, acá la gente es demasiado atenta a respetar a los dueños del puesto anterior, autos a bicis, bicis a personas. Pero estoy hablando de las ciudades en general (me pongo en “facho”). Ese día en el momento en que venía pensando en esto, llegué con mi bicicleta al lago (Calhoun) y me senté a mirarlo por un rato, era un día celeste nítido, (un día Minnesotista como dicen acá). Sin saber a partir de qué momento apareció en mi mente y resto del cuerpo muy claro quién guardaba el verdadero privilegio de ser eso primerísimo, primitivo, primigenio, único, a partir del cual vinieron tantos otros muchos, pero ninguno de su misma especie. Ese que a diario pelea pacíficamente por recuperar lo que le fue violentado sin que nadie le pidiera permiso, ni disculpas.
Ese al que todo el quiso reemplazarlo con otra idea quedó encerrado en su propia vergüenza, dejando sólo sensaciones de vacío ante algo tan único, irreproducible e irrepetible. Automáticamente perdí toda conexión con lo que estaba pensando porque sólo tenía que sentarme, respirar y sentirlo, la sensación de paz al ver que él vuelve a ocupar su puesto, dejarlo recuperar su podio ayudado por quiénes se lo arrebataron, dónde sólo hay una voz, es tuya, la del único silencio que existe, el primero y el último.
(Minnehaha falls, se escucha el silencio)