¿Qué es la malegría?
"Es una tristeza inexplicable, no está ni en el diccionario. Es una tristeza que se combate con la risa, es una lágrima de oro." (Manu Chao).
Este texto va dedicado a un gran amigo, César. Tan presente en mi vida como para inferir en lo que me pasa, desde una punta del mundo a la otra. Con su característica total franqueza, me dijo que siente que, escondo la parte triste del viaje, los momentos de baja energía, los "malos tragos", o que no los quiero ver, no los quiero mostrar, para convencer a ustedes y sobre todo a mi mismo de que no existen.
Esta es mi manera de darle las gracias, y reconocerle que por culpa de su mirada, puedo aceptar no sólo que existen frecuentemente, sino que además son tan importantes como los momentos de profunda paz y alegría.
Elegí contarles de que se trata esa tristeza que a veces me visita, usando un término que inventó Manu Chao, "malegría" por una razón simple, porque nadie se puede enojar si le doy el uso que se me ocurre, ¡Total es una palabra inventada!
Pero no empecemos por el síntoma, vayamos mejor a la causa que originó todo esto. ¿Qué causa puede hacer que una persona con la vida que yo estoy llevando se sienta triste?
En este caso, un simple error de interpretación. El error de pensar que en esta montaña rusa de sensaciones que es la vida, se puede elegir sacar las partes de ascenso lento, esforzado, contra la gravedad, cuesta arriba, como si no fueran esas las que permiten que luego venga toda la emoción, la risa, la adrenalina de los firuletes y las caídas libres. El paseo es para disfrutar en su totalidad, no hay una sin la otra, todas forman parte de un único y mismo paseo. Yo salí de Buenos Aires porque quería saber de qué se trata este experimento que es la vida, y en algún punto cuando el experimento arrojaba un resultado, yo no quería verlo porque "me ponía triste". ¡Un peligroso doble mensaje para el espíritu de búsqueda que tengo adentro!
Esos momentos tristes de los que hablo, han sido pasajeros de este viaje desde Navidad, que lejos de mi familia, me ofrecieron su compañia. Pasaron a saludar cuando estaba en el Peñol, me pegaron algunos llamados cuando navegaba en el Mar Caribe, se quedaron unos dias en el sillón en nuestra casa en Minnesota, y hasta durmieron conmigo pies cabeza en Alaska, sobre todo cuando nos separamos con Benja. Vinieron a todas partes, invitados o no, y en ningún momento les importó si incomodaban con su presencia, aparentemente, no sintieron jamás culpa alguna, porque sabían que tenían una función importante que cumplir en este paseo, y que mi opinión al respecto de ellos, era irrelevante.
Evidentemente si me decido a escribir esta nota desde Europa, es porque hasta acá llegaron también. Lo más loco es que siempre vinieron por lo mismo, una maldita interpretación, una manera de ver las cosas. Interpetar que cuando las cosas no salen como esperábamos, eso es motivo para estar triste y cerrar los ojos en el resto del paseo. Esta parte del paseo sucedió en Berlin, la ciudad que esconde el motivo por el que me dejé arrastrar hasta acá por la brisa. Es la ciudad donde vive la razón por la que quise deliberadamente llegar acá, una mujer alemana hermosa.
La historia previa a la llegada, resumida, es que la conocí en el Parque Tayrona en Colombia, en dos días tuvimos un encuentro muy fuerte, pese al que nos separamos por diferencias de objetivos, ella bajaba rumbo a Ecuador, yo llevaba rumbo Norte, pero que justificó que planearamos volver a vernos algún día con total normalidad, durante los restantes ocho meses. Esa es la verdad, me decidí a venir a Europa, entre otras cosas, para literalmente probar suerte con una chica que me había vuelto lo suficientemente loco en dos días, para que quisiera volver a verla aún ocho meses después.
El resultado del experimento se puede analizar desde varios puntos de vista. Desde la expectativa "romántica", desde el resultado final o desde la conclusión que motiva este escrito. Por un lado, no sabía que pasaría con aquellos sentimientos cuando la volviese a ver, ni menos que pasaría con los de ella. A mi, me pasó que me enganché como un quinceañero, a la vez que ella, me rebotó como la palanca en los lentos a ese mismo quinceañero en las fiestitas cuando la cosa no era mutua. Ni la mano nos dimos. Me encantaría poder decirles que en ella había algún problema, hacer un reproche de su conducta, o haber detectado un defecto insoportable para poder quitarle valor a esos sentimientos, pretendiendo encontrar el alivio rápido. Pero lo cierto es que era una mujer sencillamente increíble en todo sentido, a la cual estoy feliz de haber conocido y agradecido justamente, porque le tengo mucho afecto. Imaginense ustedes con que armas podía defenderme de que me gustara si estaba viviendo en la casa de una morena que es un bombón, que me trataba como a un amigo de toda la vida, se ocupaba de mí, no sólo con techo y comida, sino además con salidas divertidas y presentandome a todos sus amigos. ¡Hasta me consiguió una bici para que me moviera por Berlin! Ni hablar cuando empecé a reconocer su perfume en la casa, en la almohada que me prestó para dormir, en su ropa y hasta en el baño, fue imposible, ahí perdí por goleada.
Pero sexualmente no era mutuo, una ironía incontrolable, barajada en la previa como dentro de lo posible, pero nunca de lo deseable. Me rompió las expectativas del corazón que sólo dos semanas después de haber empezado a probar suerte, decidiéramos separarnos porque la situación de estar juntos en su casa, resultaba un tanto incómoda para ambos. Hasta la despedida fue triste.
Muchas veces uno puede minimizar lo que le pasa, creyendo que la solución pasa por ahí, pero este no fue el caso. Por más tonto que a otros les parezca, yo sentía una tristeza real, que hasta llegué a expresar con alguna lágrima (vengo de una familia de italianos llorones, nos encanta quebrarnos). Pero en este paseo perfecto, en esa tristeza había un tramo esencial, una lección inolvidable. La enseñanza de hacer de la tristeza algo triste, como una elección, una cuestión de gustos. Hasta aquel mágico dia en que nos despedimos de mañana, la tristeza en mi vida era depresión, era falta de apetito, era falta de voluntad, falta de esperanza, una muerte parcial en vida. Eso no era más que la suma de experiencias pasadas en las que yo le imprimía esa conducta a ese sentimiento, de tristeza. De modo que esa mañana, sólo por el placer de seguir experimentando, decidí que ese sentimiento de estar triste, era otra cosa. Lo primero que hice, fue hacer uso de una herramienta que enseña mi amigo César a quién dediqué la nota. Puse música a todo volumen a ver si el cuerpo sentía ganas de sacarse la mala energía. Danzaterapia le llaman. ¡Fue una sacudida radical! Me dejé llevar de tal forma por la energía que brotaba de ese sentimiento de angustia, que empecé a saltar en el departamento hasta que la vecina del piso de abajo me tocó el timbre porque no podía estudiar. La atendí, pedí disculpas, le terminé regalando un chocolate que me había sobrado de algun bajón, y le dije "en el dia de hoy no quiero mandar malas ondas a nadie, así que te doy esto para que no se mal interprete mi mensaje". Tendrían que haber visto la cara de esa chica. No lo podía creer, tal era su asombro que cuando me fui, bajó atrás mio a decirme que al final no era tan malo que hubiese hecho ruido porque nos pudimos conocer y ella no conocía a su vecino de arriba. Ahi me empecé a olvidar qué significaba estar triste.
Camino a la casa de una amiga que conocí una semana antes en una plaza que se ofreció a hospedarme en mi última noche en Berlin, no podía parar de cantar y sonreirle a todos los que me cruzaba. Caminaba silbando, bailando, sonriendo, y no se quién se contagiaba de quién, pero los chiquitos me saludaban, algunos me imitaban silbando, la gente me veía de lejos y se cagaba de la risa. En medio del camino mientras atravesaba una plaza me encontré con unos chiquitos que jugaban con una pelota, me puse a jugar con ellos y se me fueron volando un par de horas, víctima de esa creciente amnesia.
Finalmente llegué a lo de mi amiga Becci, que como dije, había conocido casualmente en una plaza sólo una semana antes, encuentro que quedó retratado en esta foto.
Fuimos a cenar con ella, su novio y sus amigos, la amnesia de lo que significaba estar triste hasta ese momento era absoluta. En aquella cena, conocí a Magnus, el artista al que dejé que me marcara esa noche, para el resto de mi vida, en mi brazo izquierdo. Acá tengo que agregar que yo sabía exactamente que tatuaje quería hacerme desde que llegué al autobus mágico en Alaska, pero tenía la certeza de que no tenía ningún interés en que me lo hiciera un tatuador que atiende en un local a cualquiera por plata, pretendía que sucediera de una manera tal, que hubiese un vínculo con la persona que me iba a marcar. Miren ustedes si será lindo este paseo que es la vida, que Magnus es un tatuador muy reconocido por su trabajo por mucha gente, pero que está dispuesto a tatuar a quién lo requiera cada vez que pueda, porque es su pasión y filosofía de vida. Un nómade, un joven de 25 años con alma de sabio, con esacasas posesiones, un gran guerrero de luz, me regaló su arte sin pedir nada a cambio. Por el placer de devolver la generosidad que tuvieron con él sus amigos que le prestaron su cuerpo para que practicara cuando estaba recién empezando a desarrollar su técnica. Por si eso fuera poco, él sabia perfectamente lo que siginificaba mi tatuaje, "semilla cósmica" mi kin en el calendario maya, por eso logró hacerlo tanto más bello de lo que yo lo podía imaginar.
Acá les dejo unas fotos del tatuaje y un videito de Magnus trabajando.
Así de triste fue la tristeza de ese día que elegí recordarla para el resto de mi vida.
Recordar que la tristeza es tan triste como nosotros querramos. Recordar que la malegría es una tristeza inexplicable, pero que se combate con la risa, no con la angustia, el miedo a vivir o la depresión. Recordar que yo elijo tener una vida cargada con sentimiento, que no puedo elegir cuáles, pero si qué hacer con ellos.
Quiero recordar que esto es un paseo, único, esencial, en cada tramo.
Eso les regalo esta tarde desde Inglaterra, más de una semana después de aquella noche, ya con una profunda paz y disfrutando de este lindo momento que estoy viviendo.
Mariano Voltan
Eso les regalo esta tarde desde Inglaterra, más de una semana después de aquella noche, ya con una profunda paz y disfrutando de este lindo momento que estoy viviendo.
Mariano Voltan