(Gallinas segun lo interpreta el hombre)
(Gallinas libres de interpretacion del hombre)
¿Alguna vez te preguntaste cómo se les ocurrirían a alguien esos cuentitos que leemos desde chicos? ¿Cómo hicieron antiguamente esos autores para detectar esas moralejas en hechos tan simples y dejarnos enseñanzas tan profundas?
Se lo podría preguntar a Jorge Bucay, pero a partir de lo que vi en mi visita a la granja de mi amigo Jeremy, en Bingley, Inglaterra, me animo a contarles que tengo una leve idea de ese cómo. Por la observación de un hecho cotidiano.
Sabemos que todo en la vida nos enseña, que de todo podemos obtener algún tipo de aprendizaje si lo analizamos. Desde lo que nos apasiona, hasta lo que nos aburre y desinteresa. De ganar y de perder. De acertar y de errar.
Más allá de la observación del hecho, está la forma en que el observador, alumno elige para luego transmitir ese mensaje. Miles son las maneras que conocemos, cómo la hipótesis que dirige una investigación científica, si se tiene interés en demostrarla para que sea aplicada sucesivamente por todos, cuento, película, fábula, parábola como le gustaba al gran Jesús, conversación trivial y hasta un reality show.
En este caso yo me incliné por la fábula. Por la gran ventaja que para mí significa este método, que permite tanto a lectores como autor tomarlo mucho más a la ligera. Incluso en forma impersonal, que es mejor todavía. Como cuando al inicio de de una serie de T.V. aparece esa placa que aclara que “Los personajes de este programa sólo existen en la ficción y que cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia”. Eso es lo que interpreto yo que se pretende a través de una fábula, es poco ambiciosa a comparación de otros métodos y sin embargo, igual de valioso. Es para quién le interese tomarlo, para el que lo obligó a leerlo la maestra en clase, para que cada uno lo interprete como quiere, sin ánimos de ofender a nadie. Una fabula inofensiva nomás. Para el que desee saber en concreto de qué hecho cotidiano proviene puede indagar acerca de la ley de “Free range eggs” en Inglaterra (http://en.wikipedia.org/wiki/Free-range_eggs)
Dicho esto la fábula de la gallina Lucille, comienza así:
(Tito)-: ¿Viste lo que es el progreso Pipi? ¿Lo que están construyendo en Tokyo?
(Pipi)-: No ni idea Tito, ¿Qué cosa?
(Tito)-: Los Japoneses, parece que van a construir un rascacielos, pero literalmente. Cuatrocientos veintiséis pisos y como doce subsuelos.
(Pipi)-: ¡A la mierda! Pero no entiendo, ¿y para qué tanto?
(Tito)-: Ojo, no es porque sean muchos, es un proyecto ecológico. Lo hacen así de alto para que algunos puedan respirar el aire que está sin contaminar del cielo. En realidad, según leí, se calcula que a partir del piso doscientos veinticinco es dónde estará limpio, esos son los pisos más caros, el resto los van a alquilar a bajo precio para la gente con bajos recursos, y de esa manera financiar el proyecto.
(Pipi)-: ¡Qué bárbaro Tito, lo que es el progreso! Y mirá nosotros acá, en esta granja atendiendo gallinas en rehabilitación, y cortando clavos.
(Tito)-: ¡Pobres bichos! ¿Te acordás lo que era antes la vida de la granja cuando las hacíamos poner sin parar?
(Pipi)-: ¡Uf, me acuerdo, me acuerdo! Tres jaulas teníamos, con veinte cada una. Una fábrica moderna. No paraba nadie ni por un segundo, ellas con los huevos, nosotros los vendíamos como pan caliente todos los días. Además ni lugar te ocupaban, todas juntitas en su casita y meta poner huevos. No había que molestarse en buscarlos, ya todos estaban ahí en su lugar.
(Tito)-: Seee. Después vinieron las quejas y los quilombos de los ecologistas. Que las gallinas estaban “estresadas” y que los huevos que ponían no tenían valor nutricional. ¡Dejame de joder!
Que cuento es ese si nosotros los comimos por años y nunca pasó nada.
(Pipi)-: Gallinas “estresadas”, que delirio. Esas palabras que se inventan los de la ciudad. Mira la granja ahora, una pobreza, con suerte ocho huevos al mes pone cada una, y hay que encontrar perdidos en cualquier lado. Pero estarán contentos los ecologistas, ya casi todas tienen sus plumas de nuevo, corren libres por el campo como ellos querían y nosotros tenemos que cuidarlas de los zorros. Así no se progresa, los huevos valen el triple que antes pero ya no es negocio si se producen tan poquitos.
(Tito)-: Che Pipi, y ¿Cómo se llama esa gallina? La grandota con plumas de todos los colores. ¿Esa estuvo siempre?
(Pipi)-: ¿Esa? La Betty. ¿Viste que linda que se puso? Estaba pelada como una rodilla cuando le abrimos la jaula, mirá lo que es ahora. Es muy raro que haya llegado a estar así, es la más relajada de todas. Cuando sirvo la comida, es la última en aparecer. Siempre la veo venir de lejos, con su paso tranquilo, hay que tenerla cortita porque anda siempre distraída, como jugando. Es la que menos come, y si no estoy yo la pasan por encima, nunca se pelea con ninguna, vive en su mundo.
(Tito)-: Y esa otra que anda tan pelada, ¿la tenés suelta hace menos tiempo?
(Pipi)-: Nooooo. Esa es la Lucille. Todas quedaron sueltas el mismo día, desde que salió la ley esa. La Lucille es la más brava de todas, una auténtica luchadora. Ni bien salgo al jardín, en seguida me persigue para ver si le doy comida. Se podría decir que es un poco angurrienta, pero al menos sabe lo que quiere. Tiene mucha personalidad. El otro día me distraje y me mordió una manzana de la mano. Cuando les pongo la comida, ella siempre es la primera en llegar, siempre al pie del cañon, siempre pendiente. Es la que más se preocupa por comer, de hecho tuve que empezar a tirarles la comida bien separada porque cuando la tiraba toda junta a un solo lugar, ésta se peleaba con quién fuera hasta quedarse con todo, una guerrera de verdad.
(Tito)-: Aaggrjjjhh. El mundo se volvió al revés Pipi parece. Yo ya no entiendo que es el progreso que tanto se habla. Dios le da pan al que no tiene dientes y plumas a la gallina equivocada. Al final la pobre Lucille que es la más pelea por sobrevivir, es la que peor está. Como nosotros.
(Pipi)-: Ya sé Tito, ni me lo digas. Ojalá algún día la cosa cambie, tal vez terminemos siendo nosotros los que viven ahí arriba, con el aire limpio, como los Japoneses.
FIN
Mariano Voltan
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